Yo mí me conmigo

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Detrás de esta coña de la Antropóloga en la Inopia estoy yo, la Marta. Lo de que estoy en la inopia es verdad, en todos los sentidos, pero decir que soy antropóloga en realidad es mentir un poco. Un profesor de cuyo nombre no quiero acordarme, decía que «si un titulado en antropología (o en lo que sea) se gana ‘les garrofes’ trabajando de camarero, no es antropólogo, es camarero». Pues eso. Aunque tampoco soy camarera. El caso es que definirme como antropóloga siempre me ha sonado raro.

Nací en Barcelona en el 81. Crecí en un pueblecillo al pie de la Mola. Luego, seguí creciendo en Barcelona. Hasta hoy. Cuando tuve que ir a la universidad, estudié Humanidades. Allí, además de intentar aprender a leer y a escribir, descubrí el placer de la literatura, de la filosofía y del arte. Me quedé colgada de Baudelaire, sus flores del mal y sus pintores de la vida moderna. Me «anonadé» con Manet, Magritte, Rodin y Gauguin. Descubrí a Borges, Proust, Cortázar, Camus y compañía. Y entendí de una puñetera vez (o eso creí) de qué iba eso que llaman «filosofía». Lo que pasa es que la culturilla estaba muy bien, pero empecé a sospechar que la vida de la gente era otra cosa, algo más vivo, escurridizo y caótico que un cuadro colgado en una galería de arte o un libro en una biblioteca. Me pasé a Antropología Social, disciplina en la que me licencié, me «mastericé» y ahora estoy intentando doctorarme, aunque ya veremos lo que sale… No me fío ni un pelo de mí y mucho menos de mis circunstancias.

Lo de vida de alambique, pues bueno, tiene que ver un poco con el oficio de antropólogo y con nuestro empeño en observar la vida social para separar lo líquido de lo volátil que hay en ella. Lo que en lugar de aguardiente, nos salen etnografías. En el fondo, la etnografía sería una especie de aguardiente, que nos anestesia, nos redime y nos hace olvidar lo chungo que es verle las costuras a la vida social… Stop. Que ya se me va la pinza y me pongo infumable.

¿Algo más de mí? Pues yo qué sé…

Como se supone que este apartado es para decir lo que soy, aunque tampoco es que esto vaya a misa, porque primero tendría que saber yo lo que soy, pero bueno, pues diré que además de todo esto soy de clase obrera. Que no clase media, quede claro. Como le oí decir un día a Manolo García (sí, el cantante…), a mí también me acompaña esa especie de orgullo de venir de casa humilde y que muchas veces nos autodelata, porque, paradójicamente, esto no deja de ser un estigma social. Sobre todo en según qué ámbitos donde reina la clase media. El académico, por ejemplo.

Y también soy vegana. Por ética y por principios. Sé el cambio que quieres ver en el mundo, dicen. Y porque en esta vida hay que posicionarse, ¡qué caray!. Ya guardo mi neutralidad y equidistancia para cuando esté en el hoyo. Algo habrá que hacer para acabar con un sistema injusto e irresponsable que explota to’ lo que se menea (y lo que no se menea también). Claude Levi-Strauss decía que «… el respeto que deseamos obtener del hombre hacia sus semejantes no es más que un caso particular del respeto que éste debiera sentir hacia todas las formas de la vida». Pues eso.

Antropóloga, obrera y vegana. Sí, extraña combinación. Lo sé, lo sé.

Sigue en –> Él sí se… conmigo

6 pensamientos en “Yo mí me conmigo

  1. Miguel dice:

    Pues encantado de conocerte Marta. Vaya presentación más molona, jajaja.

  2. Gonzalo dice:

    Preguntándome si debería comenzar a estudiar el grado de antropología social y cultural, he llegado a tu blog (recomendado por el MOOC «Anthropology of Current World Issues») …

  3. daniela dice:

    Marta!! y tus trabajos, donde podemos encontrarlos o leerlos??

  4. Encantado de conocer tu blog, un saludo 🙂

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